Un día más, la actualidad nos muestra otro caso de actividades relacionadas con el blanqueo de capitales. Como vengo destacando últimamente, cada vez es más concurrido el mundo cibernético por mafias perfectamente estructuradas. El modus operandi de estos grupos cada vez es más difícil de detectar. Los medios a su alcance y su apariencia de legalidad complica la tarea a las autoridades para detectarlos, lo que da lugar a que los importes que figuran en sus cuentas asciendan a unas cifras muy elevadas, igual de elevadas que el número de afectados por estas tramas cuando finalmente son desarticulados por las autoridades.
Los principales atractivos que las mafias ven en internet son tres, entre otros:
- El alcance de su actividad. Pueden operar por todo el mundo sin moverse de una silla.
- La seguridad que ofrece internet a sus usuarios es muy insuficiente. Lo que se puede hacer con un ordenador y la información a la que se puede llegar, no tiene la protección que debería tener.
- La dificultad de identificar a los usuarios en línea. En realidad no sabes con quién estás hablando o con quién estás realizando una transacción o negocio.
La noticia que hoy encontramos en el periódico LA RAZÓN, es la siguiente:
“Cae un grupo que estafó más de 50 millones de euros con una estafa piramidal”
La investigación de la Policía Nacional se inició gracias a la denuncia de un antiguo trabajador de la empresa, presentada en la Agregaduría de Interior en Bolivia, y al análisis de las denuncias interpuestas en distintos puntos de España por expertos policiales en fraude financiero y blanqueo de capitales.
Paralelamente, se ha bloqueado una cuenta bancaria en letonia con más de 5 millones de euros, casi 22 millones de dólares americanos, 2.600 dólares canadienses, 1.600 libras esterlinas y 365 dólares australianos, procedente todo ello de la estafa investigada.
Modus operandi
Los miembros de la organización habían creado una amplia red de clientes/víctimas (Aproximadamente 50.000 a nivel mundial, de las cuales 6.000 eran españolas) que habían captado a través de numerosos actos publicitarios, como grandes eventos en hoteles de lujo con todo tipo de gastos pagados, vídeos promocionales o charlas formativas.
Estos ingresos surgen de la compra de los packs que la empresa ofrece, y por los que comenzarán, en teoría, a tener beneficios de forma rápida, con el simple hecho de insertar una serie de anuncios de la compañía en la red.
Los referidos packs ofrecen una rentabilidad muy grande: con una inversión de 18.000 dólares americanos se podían llegar a conseguir unos beneficios anuales de 67.600 dólares, prorrateados en pagas semanales de 1300 dólares cada una.
Posteriormente, la compañía convertía todo el dinero acumulado de las víctimas, y que se encontraba en dólares americanos, en una moneda virtual inventada por la empresa y que sería como las víctimas recibirían el pago a sus servicios.
Esta nueva moneda no tiene valor alguno, viendo las víctimas como sus dólares han sido transformados en algo inservible, y sin posibilidad algu8na de recuperarlos. El dinero en dólares realmente no sale de sus arcas, simplemente cambia la titularidad de la persona que lo ha aportado.
¿A dónde va ese dinero?
El dinero se encuentra en diversas cuentas situadas en países calificados como paraísos fiscales, o con grandes beneficios fiscales. El volumen final de la estafa podría ascender a unos 50.000.000 euros.
Esta noticia me ha llevado al recuerdo de otra que publicaba el periódico ABC el 14 de Julio de 2015. El titular de la misma no dejaba la vía libre a la interpretación: “El negocio del cibercrimen deja más dinero que las drogas”.
Una noticia cuyo contenido era una entrevista a Mario García, ingeniero de telecomunicaciones y experto en ciberseguridad, es director general de Check Point, una empresa de origen israelí que está especialmente dedicada a la ciberseguridad. Desde la página web de la empresa, es posible ver un mapa del mundo con todos los cibertataques que se están produciendo en tiempo real, y créanme cuando les digo que realmente es impresionante a la vez que preocupante.
Es tal la importancia de esta empresa, de cómo estudia los ataques y los medios de seguridad que establece, que uno de sus clientes es el Ministerio de Defensa.
Uno de los países que lanzan más ciberataques es Rusia. El motivo es sorprendente: su falta de legislación, la protección de sus ciudadanos así como la falta de colaboración de Rusia con la Interpol.
Uno de los principales fines de los ciberataques –tanto a móviles como a ordenadores- es el secuestro de datos. Si los quieres recuperar debes pagar a la “secuestrador de tus datos”. Otro propósito de los ciberataques es el dinero directo. El que roba tu número de tarjeta de crédito, no va a ser quien lo use, sino que lo va a vender a quien se va a encargar de explotarlo de verdad. Los precios por la venta de esa información varían en función del cash disponible en la cuenta. Los ladrones hacen pruebas de compra en determinadas tiendas de internet para ver si la tarjeta es buena, válida y funciona. Si estas comprobaciones no presentan ningún error, las tarjetas tienen mayor valor en el mercado negro.
El cibercrimen en el mundo está proyectado al alza. Este año ha habido casi el triple de “malware” que el año pasado, y se estima que el año que viene haya cinco veces más.
Este experto cuenta un caso alemán que va más allá que un mero secuestro de datos o de dinero. El caso es el siguiente: “Una empresa se espera que un ciberataque se haga para robar información sensible, los datos de clientes, dinero, secuestrar los datos para hacer chantaje…Pues no. El ataque que sufrió esta empresa se limitó a impedir el proceso de apagado del alto horno. Al no poder apagarse, el alto horno se quemó. No hay repuesto para eso. La empresa quedó fuera del mercado, se la cargaron. Ya no pudo servir ni un pedido más. Y es muy difícil saber quién ha sido…Habrá que ver qué otras empresas se están beneficiando de su salida del mercado, pero eso tampoco demuestra nada…”
También ha habido ataques contra ofertas de gran valor presentadas para concursos públicos, como la que se hizo para el canal de Panamá.
Como podéis comprobar, la importancia del asunto va más allá de lo que pensamos. En la red nadie estamos seguros, y hoy día, con nuestro conocimiento o sin él, estamos todos en ella inevitablemente y de manera irreversible.