Han pasado apenas dos semanas de la llegada de 2017, y el Bitcoin y su sistema blockchain, se han convertido en los elementos virtuales y tecnológicos más solicitados del mercado financiero y artístico. Dos mundos totalmente opuestos pero unidos por un nexo común: Blockchain.
Podríamos decir que estamos ante el avance tecnológico con más puntos de vista enfrentados: mientras unos ven en él al “titiritero” del futuro, otro lo ven como el “sistema especulativo” más amenazante de la historia.
En el mundo financiero son optimistas con lo que Bitcoin les ofrece. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca no ha dejado a nadie indiferente, y mucho menos a los mercados. Su llegada dispararía la inflación, y por extensión, multiplicaría las subidas de tipos de la Fed, lo que originaría una escalada del dólar para dar jaque a las economías emergentes y, potencias como China, podrían buscar en Bitcoin una alternativa.
El escenario que se planteaba, fue el que se dio. Los sistemas bancarios y los soberanos de Rusia y China se movieron para aceptar a Bitcoin como una alternativa parcial al dólar. Bitcoin triplicó su valor, de 700 dólares a 2.100 dólares. Durante unos instantes de la semana pasada, Bitcoin se situó en los 1.200 dólares, por encima de los 1.166 dólares con los que cotizaba la onza de oro. Más del 90% de las operaciones sobre la divisa virtual se realizan en China. En contrapartida, el yuan se desinfló, lo que avivó la polémica sobre la conversión del Bitcoin en una “divisa refugio” en China.
Por este motivo, el banco central chino advirtió a sus ciudadanos de que las inversiones deben hacerse de manera racional en un contexto de máxima volatilidad, como es en el que se encuentran. Estas declaraciones provocaron la huida de los inversores en Bitcoin, generando un desplome del 30% que lo sitúa en los 900 dólares.
No es la primera vez que se recurre a Bitcoin para salvar operaciones societarias o la propia economía de los ciudadanos. Panos Giamissis, durante la última crisis financiera griega, ayudó a sus clientes a salvaguardar sus negocios convirtiendo parte de su capital en la moneda virtual Bitcoin.
El optimismo también sacude al mundo artístico, en este caso, refugiándose en el sistema de blockchain. Benji Rogers, fundador de PledgeMusic, encuentra en este sistema informático lo que todavía no se ha logrado legislativamente: la protección de los derechos de autor y facilitar la venta de licencias.
La tecnología blockchain sustituirá los formatos informáticos usados actualmente por uno nuevo bajo la denominación bc. cuyo contenido no sería únicamente la grabación fonográfica, sino también un enlace al registro blockchain con información sobre esta grabación. El objetivo es determinar automáticamente, ante cualquier tipo de composición musical, quién tiene los derechos de autor sobre la canción, quién sobre el artista, quién sobre el intérprete y ejecutante y quién sobre la grabación.
Sin embargo, este no es un camino sencillo con objetivo cercano. La relación de blockchain con el mundo de la música tiene que enfrentarse a diferentes retos legales; habrá que explicar a las autoridades que este tratamiento está amparado por el interés legítimo del autor, y que responde a la necesidad de cumplir con la obligación legal de hacer valer los derechos morales y de paternidad sobre una canción.
En fin, parece que el mundo del encriptado no pasa inadvertido para nadie, pero ¿realmente conviene saber el mundo de posibilidades que nos ofrece este “conocido-desconocido”?.
Por otra parte, me preocupa el uso de Bitcoin que se puede estar realizando en el “lado oscuro” y por ahora no me voy a pronunciar a tal efecto, aunque prometo, después de una investigación en la que estoy inmerso, desvelar algunos datos.